martes, 27 de junio de 2017

Arquitectura deconstructivista

Como señalé en la publicación anterior, las ideas de deconstrucción de los mensajes, propuestas por Jacques Derrida, se trasvasaron conceptualmente a otras expresiones culturales y artísticas, a la par de las ideas de posmodernidad. En la arquitectura de las dos últimas décadas del siglo XX y en lo que va del S. XXI, el deconstructivismo se ha consolidado en la arquitectura como forma muy válida de manifestación estética.  

El deconstructivismo se caracteriza por la fragmentación, que viene de un proceso de diseño no lineal, con un interés por la manipulación de las conformaciones superficiales de las estructuras y, en apariencia, de la geometría no euclidiana. Por ejemplo, se emplean formas no rectilíneas para distorsionar y dislocar algunos de los principios tradicionales de la arquitectura, como la estructura y la envolvente del edificio. 

La apariencia visual final de los edificios de la escuela deconstructivista se caracteriza por una estimulante impredecibilidad y un caos controlado. Un importante arquitecto de la década de 1980, el estadounidense Peter Eisenman, hizo contacto con Derrida, y aplicó aquellas ideas de la deconstrucción en la arquitectura. Luego otros notables profesionales de la arquitectura, como  Frank Gehry, Daniel Libeskind, Rem Koolhaas, Zaha Hadid y Bernard Tschumi comenzaron a diseñar bajo esas ideas poco convencionales, y los resultados fueron, además de sorprendentes, bastante polémicos. 

El deconstructivismo se ha consolidado en los últimos años, y muchos edficios contemporáneos incluyen ideas de fragmentación, procesos no lineales, diseño no convencional y formas con geometrías no euclidianas, que reinterpretan elementos cláisicos como la estructura y el recubrimiento. La apariencia visual de los edificios de este estilo se caracteriza por un desorden ordenado. Muchos críticos del deconstructivismo lo ven como un mero ejercicio formal con poco significado social. ¿Será?







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