miércoles, 11 de septiembre de 2013

El hombre bicentenario: ¿robot?

En la publicación anterior nombré la serie de los robots de Asimov, y la importancia de sus aportes (como las "Leyes de la Robótica") a este campo cibernético. Una de las novelas más interesantes sobre este tema es "El Hombre Bicentenario" o también "del Bicentenario", porque en inglés se juega con esas dos acepciones (Bicentennial Man). Es uno de esos cuentos que por su originalidad han trescendido en la universo de Isaac Asimov.

En 1976, con motivo de la celebración del segundo centenario de la independencia de los Estados Unidos, se encargó a varios autores que escribieran algún relato corto con el tema del "hombre en el bicentenario", el cual podía desarrollarse libremente. Como en inglés esa expresión puede interpretarse como "El hombre del Bicentenario" (la vida de la gente en EEUU doscientos años después de la Declaración de Independencia) o como "El hombre bicentenario" (un hombre que llega a vivir doscientos años), Asimov jugó con esa ambigüedad, y dado que fue uno de los autores que recibió dicho encargo, evitó a hacer un ensayo sociológico y, argumentando que "un hombre no podría vivir tanto tiempo", escribió un relato corto acerca de un robot que poco a poco va asimilando el mundo de los humanos hasta desear ser reconocido como uno de ellos, lo cual lo lleva a luchar por obtener su humanidad de manera legítima.

En el cuento, un robot de tipo NDR, que recibe el nombre de Andrew, forma parte de una familia como mucamo y amo de llaves, y por una extraña habilidad en una época en que los robots aún son costosos y exóticos elementos en las casas, es capaz de hacer formidables tallas en madera: prendas, muebles, adornos, figuras... Y ello con el consentimiento de su propietario, Gerald Martin, quien además le estimula y permite que venda sus productos. El señor Martin tiene esposa y dos hijas, y la mas pequeña va a jugar un papel importante en la vida de Andrew.  

En el transcurso del cuento, mientras los personajes humanos envejecen y Andrew es mejorado tecnológicamente, se producen una serie de pequeños hechos que motivan al robot a "comprar" su libertad con el dinero obtenido de sus habilidades. Finalmente tras una litigio legal lo consigue. Después de la muerte de Gerald, y tras vivir de su cuenta y sufrir ciertos avatares, decide que quiere ser un humano de verdad. Ello le trae de nuevo problemas y dificultades, incluso con la empresa que lo creó, pero al final consigue que su cerebro positrónico sea traspasado a un cuerpo androide con apariencia 100% humana.

Han pasado más de cien años y son los nietos y descendientes de Gerald Martin quienes saben de las necesidades de Andrew y le ayudan, en particular el nieto abogado de Gerald, que influirá finalmente en sus últimas decisiones. Tras varios años de experimentaciones médicas y científicas, consigue Andrew convertir su cuerpo en humano, y al cumplir 150 años semeja en mucho a un hombre común. Y finalmente ya pasadas algunas décadas más, quiere ser un ser humano completo, legalmente reconocido. 

Tras ser consultado el Tribunal Mundial y la Asamblea Legislativa planetaria, y luego de múltiples argumentaciones y costosas batallas legales, descubre que el argumento final es que para ser humano su cerebro positronico artificial debe morir. Consigue entonces que un cirujano robótico altere su estructura y dañe el cerebro de manera que pueda dejar de funcionar poco a poco. Esto sucede justo cuando Andrew cumple 200 años de haber sido fabricado, y entonces el Tribunal Mundial le concede la cualidad de hombre y fallece como Andrew Martin.

Un hermoso cuento sobre el valor de la vida, la humanidad y el afecto, en el que Isaac Asimov demuestra una especial habilidad para conjugar la ciencia y el humanismo.



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