martes, 19 de febrero de 2013

Un "Río" de colores

La película de animación digital "Río", de 2011, dirigida por el brasileño Carlos Saldanha, es una muestra de la expresividad colorida que se puede conseguir con imaginación y un manejo excelente de los programas gráficos para computadoras desarrollados en los últimos años. "Río", en alusión a Río de Janeiro, conocidísima ciudad de Brasil, es un film de trama muy original (aunque están presentes las infaltables historias de amor, amistad, bondad y justicia) con bastante humor y acción.

Es la historia de Blu, una guacamaya azul originaria de la selva brasileña, que va a parar a casa de una chica de nombre Linda, que vive en Minnesotta, EE.UU., por lo que en vez de aprender a volar adquiere otras inusuales habilidades. Un ornitólogo brasileño, Tulio, consigue convencer a Linda tras una serie de argumentos, que debe juntar a Blu, último macho de su tipo, con Perla, la otra guacamaya azul sobreviviente y salvar la especie. Esto genera una larga serie de peripecias, ambientadas en Río de Janeiro, donde intervienen varios animales (un tucán muy peculiar, un bulldog baboso, un mono tití alocado, una cacatúa malvada y un niño de las favelas de la ciudad, Fernando, que a la postre se convierte en el personaje clave para el final feliz), y se suceden altibajos entre los protagonistas, afectados por los actos de contrabandistas de animales y otros imprevistos, que mantienen el interés a lo largo de toda la película.

Pero lo realmente notable es el uso de los colores en todo el filme, destacándose su aplicación en la naturaleza y en los ambientes generales, incluyendo los urbanos. Realizada por los estudios Blue Sky (los mismos de "La era del hielo") y la 20th Century Fox, está producida con muchísima calidad, plena en detalles y referencias al Brasil contemporáneo. Sin duda el fondo propio que da "a cidade maravilhosa" ayuda al festival visual que es la película, que además apela al arsenal folklórico que bien conoce Saldanha, tomando escenas del carnaval, del Corcovado y de las costas cariocas que ya de por si son un delirio.

La música es brillante (con el respaldo del maestro Sergio Mendes), en consonancia con lo que cabe esperar de la trama; las luces, las texturas y los movimientos son excelentes, y el color... el color... es de un esplendor tal, que mantiene enamorado a los ojos a lo largo de los 95 minutos que dura. Tenemos aquí de nuevo una gran combinación de estéticas, enlazadas por la herramienta digital. A volar entonces...














  

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